martes, 31 de diciembre de 2024

Siria: ¿golpe o revolución?

 En estos días hay múltiples discusiones, sobre todo en los partidos de izquierda, acerca del carácter de los acontecimientos que provocaron la caída del régimen de Al Assad.

Una primera cuestión se plantea alrededor de si la ofensiva contra el regimen de Al Assad fue un movimiento independiente de las milicias de HTS (Hayat Tahrir al Sham- Organización para la Liberación del Levante) o fue “preparado” e impulsado por Turquía, Israel y EE-UU.

Parece algo muy evidente que esta ofensiva no se hubiera producido sin la autorización de Turquía ya que el Consejo Nacional Sirio (ampliado) que agrupa a la burguesía opositora, tiene su sede en ese país. El HTS hace años que controla Idlib, ciudad que tiene frontera con Turquía, adonde se refugiaban y organizaban sus milicias integradas por unos 20 mil combatientes. En esa región ha instalado un “gobierno de salvación nacional”. Por lo tanto, la dependencia de Turquía está clara.

En el norte del territorio sirio están las milicias organizadas en el Ejército Nacional Sirio, que reúnen alrededor de 25 mil combatientes, y le responden sin lugar a dudas a Turquía. Este ejército actuó en común y como apoyo del HTS. ¿No está clara la relación con Turquía de esta ofensiva?

En general, es muy comun la intervención de la burguesía de países con aspiraciones de potencia regional o directamente imperialistas en los procesos que pueden provocar la caída de un régimen que les resulta hostil o que no es favorable a sus intereses. No es esto en sí mismo lo que estamos discutiendo, sino si la caída de Al Assad es la consecuencia de una lucha de carácter nacional o por el contrario preponderantemente la refracción local de una lucha que se despliega en el plano regional e internacional. Nos apoyamos metodológicamente en Trotsky:

“Dos gobiernos lucharon en cierto momento en Noruega: el gobierno de los nazis noruegos, apoyado por las tropas alemanas en el sud, y el antiguo gobierno socialdemócrata con su rey en el norte. ¿Debían haber apoyado los obreros noruegos el campo “democrático” contra el fascista? Siguiendo la analogía de España, parecería a primera vista que la respuesta debiera ser afirmativa. En realidad, hubiese sido el más crudo de los engaños. En España existía una guerra civil aislada; la intervención de las potencias imperialistas extranjeras, si bien importante, tenía un carácter secundario. En Noruega se trata de un conflicto directo e inmediato entre dos campos imperialistas, en cuyas manos los gobiernos noruegos en lucha son meros instrumentos auxiliares. En la arena mundial no apoyamos ni al campo de los aliados ni al de Alemania. En consecuencia, no tenemos la menor razón o justificación para apoyar a cualquiera de sus temporarios instrumentos dentro de Noruega.

 El mismo tratamiento debe aplicarse a Finlandia. Desde el punto de vista de la estrategia del proletariado mundial, la resistencia finesa no es un acto mayor de defensa de la independencia nacional que la resistencia de Noruega. Lo demostró el mismo gobierno finés cuando prefirió cesar toda resistencia antes que Finlandia se transformara completamente en una base militar de Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Factores secundarios como la independencia nacional de Finlandia o Noruega, la defensa de la democracia, etc., por importantes que sean, están actualmente implicados en la lucha de fuerzas mundiales infinitamente más poderosas y completamente subordinados a ellas. Debemos descartar los factores secundarios y determinar nuestra política en concordancia con los factores básicos.” (León Trotsky, En defensa del Marxismo)

El gobierno sirio, que cesó toda resistencia o directamente se abstuvo de ella, dependía exclusivamente del apoyo de Rusia e Irán. Tanto Rusia con su aviación como Irán con sus milicias localizadas en territorio sirio actuaron contra el HTS el primer día de la ofensiva. Pero luego de comprobar la inacción defensiva del gobierno de Al Assad y de su ejército -compuesto por 200 mil efectivos-, Rusia, concentrada en la guerra de Ucrania, e Irán con Hezbollah diezmada, dejaron de sostener a Al Assad que cayó inmediatamente. Esto indica que, así como la ofensiva del HTS depende del apoyo de Turquía, con el asentimiento de EE-UU e Israel, el gobierno sirio dependía completamente de Rusia e Irán. Parafraseando a Trotsky, nosotros no apoyamos a ninguno de los campos burgueses imperialistas o sus aliados, en tanto estos se enfrentan en Medio Oriente en función de esos intereses, y que se prefiguran como bandos antagónicos en el plano de una nueva guerra mundial.

Es decir, Turquía no interviene a través de HTS como su agente, para luchar contra la opresión o para “salvar” al pueblo oprimido sirio del dictador Al Assad. Turquía interviene de manera oportunista en función de sus intereses nacionales reaccionarios, pretendiendo aumentar su poder de potencia regional, expandiendo su control y dominación territorial. A la vez que se fortalece regionalmente para expulsar a los kurdos que históricamente luchan por formar su propio estado nacional incluyendo los territorios que ocupan en Turquía. Los yihadistas no son per-se elementos progresivos antiimperialistas, como tampoco lo era Al Assad. Y de ni uno ni de otro se puede decir que representen un progreso en relación a las libertades democráticas. Del régimen de Al Assad circuló profusa información sobre el carácter sangriento de su régimen, sobre las tortura y terribles condiciones infrahumanas de la cárcel de Sednaya. Pero, según Gilbert Achcar “…los propios residentes de la región de Idlib se manifestaron hace sólo ocho meses contra la tiranía de HTS, exigiendo el derrocamiento de al-Yulani, la disolución de sus aparatos represivos y la liberación de los detenidos en sus cárceles.”

¿Qué es lo que caracteriza a una revolución?

La otra discusión que cruza a las organizaciones de izquierda es si se trató de una acción independiente de las masas o de un golpe de estado propiciado por el gobierno turco.

Cuando Lenin describe las condiciones de una situación revolucionaria (*), destaca la existencia de crisis en las alturas, es decir de las clases dominantes, el agravamiento de la miseria de las clases oprimidas, pero destaca, sobre todo, la existencia de “una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de “paz” se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis como por los “de arriba”, a una acción histórica independiente.”

Y Trotsky explica aquí como distinguir una revolución:

“El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”. (Historia de la Revolución Rusa, Prólogo)

La acción independiente de las masas, la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos, la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos. Esos son los rasgos característicos fundamentales de una revolución, pero justamente esto fue lo que faltó en Siria.

Los que entienden que en Siria se produjo una revolución y la vitorean (UIT-CI; LIT-CI), dan como única prueba los festejos que hubo por la caída de Al Assad. Pero eso mismo confirma que no hubo participación directa de las masas, que estaban totalmente paralizadas hasta la misma caída de Al Assad a manos de la milicia HTS.

¿Puede una milicia armada actuar en reemplazo de la acción directa del movimiento de masas? Por los festejos, podemos inferir que el derrocamiento de Al Assad era tan deseado por una mayoría del pueblo sirio tanto como por las milicias yihadistas. ¿Pero fue eso una revolución? Estas corrientes podrían decir que se trató de una revolución “politica”, es decir, de un cambio por fuera de los medios institucionales de un gobierno o un régimen, aunque no haya habido un cambio de la clase dominante. Lo cual, sin la participación del movimiento de masas, no es otra cosa que un golpe.

Pero, no. Embelleciendo de entrada al nuevo régimen y forzando la visión optimista de los acontecimientos, alentando la idea que a partir de la caída del “tirano” ahora habría amplias libertades democráticas, presentan los hechos como el triunfo de una revolución democrática. Con ello aplican la teoría de Nahuel Moreno, que explicaba que “Pareciera que el hecho de la contrarrevolución capitalista ha replanteado la necesidad de que tiene que haber una revolución democrática”. E indicaba que “como un paso hacia la revolución socialista, nosotros estamos a favor de que venga un régimen burgués totalmente distinto [al régimen contrarrevolucionario]”. Y que, “si es correcto, cambia toda nuestra estrategia con respecto a los partidos oportunistas, y en buena medida respecto a los partidos burgueses que se oponen al régimen contrarrevolucionario”. Y desarrolla su idea diciendo: “Así como estábamos a favor de la revolución democrático burguesa, y decíamos que era distinta a la otra, [a la revolución socialista], que había que hacerla, que había que voltear al Zar, que era una tarea democrático-burguesa específica, hay que discutir si no hay ahora también una tarea democrático-burguesa específica, que es tirar al régimen contrarrevolucionario para que venga, aunque sea, un régimen burgués.” (Escuela de cuadros 1984, págs 107 y 108)

Esta cita de Moreno chorrea oportunismo por todas partes. Por empezar, entre la caída de una dictadura con la asunción de un gobierno burgués y la revolución socialista, media mucho más que un paso. Lo que falta es justamente el alzamiento insurreccional de la clase obrera y las masas para derrocar a ese régimen burgués e instaurar la dictadura del proletariado. La referencia a que entre la caída de la dictadura y la revolución socialista habría solo un paso, o que la revolución democrática sería un paso, es puro oportunismo, o pura demagogia para hacer pasar esta revisión y disimular que se trata de una estrategia etapista. Porque en realidad lo que está planteando es incluso cambiar la “estrategia” en relación a los partidos oportunistas y burgueses que se oponen a la dictadura, de lo cual lo único que se puede inferir es que propone el frente popular [no hay otro cambio de estrategia posible: o independencia de clase o frente popular]. Que su concepción es etapista lo reafirma más abajo al decir que es una revolución distinta a la socialista y que hay que hacerla: “una tarea democrático-burguesa específica, que es tirar al régimen contrarrevolucionario para que venga, aunque sea, un régimen burgués”.

No es excusa que esta cita sea de un curso de una escuela de cuadros, ya que esta educación que recibieron los cuadros se transformó en programa y política. Ningún dirigente del calibre de Moreno anuncia una revisión de la teoría y el programa que orienta al trotskismo si que tenga consecuencias prácticas. Al ver todo desde el prisma democrático burgués y no desde la óptica de clase, llevó a creer que la contrarrevolución burocrático-imperialista que concluyó con la restauración capitalista en la ex URSS, fue un triunfo de las masas, el triunfo de “la revolución democrática”. En todos lados se reemplazó el programa trotskista, por el programa democrático burgués de Asamblea Constituyente. Esta visión democrática, por encima de las posiciones de clase, e inclusive siguiendo la línea que indicó Moreno, acerca de que en la segunda guerra mundial habría habido una guerra de regímenes, es decir una diferencia determinante para la política, que debía diferenciar entre el imperialismo democrático y el imperialismo fascista (Escuela…pág 109), los ha llevado a tomar posición -en los hechos- por uno de los bandos imperialistas en la guerra de Ucrania, ubicándose militarmente en el mismo frente de la OTAN.

Un golpe pro-turco que beneficia a Israel y a EE-UU

La revolución iniciada en 2011 como consecuencia de los levantamientos obreros y populares en el norte de Africa, fue derrotada entre 2013 y 2015, con la intervención de Hezbollah y la aviación rusa contra las milicias armadas insurreccionadas. El proceso en Siria, que en pocos días liquidó al último representante de la dinastía Al Assad (padre e hijo), que estuvieron en el poder 53 años, ya no era aquella revolución. Una milicia de 20 mil combatientes, no es lo mismo que un levantamiento de masas. La ofensiva militar del Frente Al Nusra, rebautizado HTS (Hayat Tahrir al Sham- Organización para la Liberación del Levante) después de su ruptura con Al Qaeda en 2016-7, complementada por el pro-turco Ejército Nacional Sirio, encontró a Al Assad muy debilitado por la situación internacional en la que sólo tuvo apoyo de la aviación rusa, pero que, dada la guerra en Ucrania, Putin no podía respaldar con tropas terrestres. Irán tampoco salió en apoyo de su aliado regional, temiendo que recrudecieran los enfrentamientos con Israel. La mala situación interna de la economía y la corrupción del régimen, que provocaron la baja moral o sórdida oposición en las tropas del ejército oficial, hicieron inviable una resistencia a las milicias yihadistas.

Es evidente que el raudo avance del HTS se debió tanto a la situación social de un pueblo oprimido, cansado de la dictadura de Al Assad, pero también al apoyo clave de Turquía, con el aval de Israel y EE-UU. El HTS ha actuado como agente de los intereses de Turquía, aunque habrá que ver si mantiene esa relación como principal.

El régimen dictatorial de Al Assad no era un aliado de la causa palestina ni un defensor de los pueblos oprimidos, sino más bien todo lo contrario, ya que había ahogado en sangre la revolución que se levantó contra su gobierno en 2011. A lo sumo, permitía el tránsito de armamento por territorio sirio con destino a las milicias de Hezbollah, las que lo habían sostenido para que no cayera en 2013.

Pero el nuevo gobierno, representante de la oposición burguesa, tampoco será un gobierno favorable a los trabajadores, y en el marco de la guerra regional, lo más probable es que se termine por imponer una nueva dictadura, que trate de consolidar su poder negociando con las potencias cuyos intereses se cruzan en la región.

Está claro que la caída de Al Assad golpea directamente a Rusia e Irán, e indirectamente a China. Rusia tendrá que negociar con el nuevo gobierno la permanencia de su base militar y naval en Tartús.

Por su parte EE-UU trata de poner en caja la milicia que tomó el poder en Siria, representado políticamente por la oposición burguesa del Consejo Nacional Sirio, que nombró como jefe del gobierno provisorio a Mohammed al Bashir, primer ministro del Gobierno de Salvación, con sede en Idlib. Israel también aprovecha para ocupar más territorio en el Golán y fortalecer un anillo de seguridad ante un gobierno “yihadista” al que no le tienen confianza. Netanyahu, confirmó que autorizó los ataques de la Fuerza Aérea israelí contra instalaciones militares estratégicas en Siria abandonadas por el Ejército de Assad "para evitar que caigan en manos de los yihadistas".

El fortalecimiento de Israel ante la caída de un aliado de Irán, implica a su vez un debilitamiento de Hezbollah en el Líbano. Y aunque Hamás, contrariando a sus aliados Hezbollah e Irán, saludó el triunfo del HTS, el nuevo gobierno de Damasco, informó a las facciones palestinas en Siria que ya no se les permitirá poseer armas, campos de entrenamiento ni cuarteles militares. A su vez Turquía verá facilitadas las posibilidades de reprimir al pueblo Kurdo. Ese es el balance actual de la situación.

Pablo D Varela, 20/12/24

 

*) “A un marxista no le cabe duda de que la revolución es imposible sin una situación revolucionaria; además, no toda situación revolucionaria desemboca en una revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas de una situación revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis en las “alturas”, una crisis en la política de la clase dominante, abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que “los de abajo no quieran”, sino que hace falta, además, que “los de arriba no puedan” seguir viviendo como hasta entonces. 2) Un agravamiento, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de “paz” se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis como por los “de arriba”, a una acción histórica independiente. Sin estos cambios objetivos, independientes no sólo de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se denomina situación revolucionaria. Esta situación se dio en 1905 en Rusia y en todas las épocas revolucionarias en Occidente; pero también existió en la década de los años 60 del siglo pasado en Alemania, en 1859-61 y en 1879-80 en Rusia, a pesar de lo cual no hubo revolución en esos casos. ¿Por qué? Porque no toda situación revolucionaria origina una revolución, sino tan sólo la situación en que, a los cambios objetivos arriba enumerados, se les suma un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo suficiente fuertes para romper (o quebrantar) el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, “caerá” si no se le “hace caer”.

[Lenin sobre la situación revolucionaria, en la Bancarrota de la Segunda Internacional]

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