En estos días hay múltiples discusiones, sobre todo en los partidos de izquierda, acerca del carácter de los acontecimientos que provocaron la caída del régimen de Al Assad.
Una primera cuestión se plantea alrededor de si la ofensiva contra el regimen de Al Assad fue un movimiento independiente de las milicias de HTS (Hayat Tahrir al Sham- Organización para la Liberación del Levante) o fue “preparado” e impulsado por Turquía, Israel y EE-UU.
Parece algo muy
evidente que esta ofensiva no se hubiera producido sin la autorización de
Turquía ya que el Consejo Nacional Sirio (ampliado) que agrupa a la burguesía
opositora, tiene su sede en ese país. El HTS hace años que controla Idlib,
ciudad que tiene frontera con Turquía, adonde se refugiaban y organizaban sus
milicias integradas por unos 20 mil combatientes. En esa región ha instalado un
“gobierno de salvación nacional”. Por lo tanto, la dependencia de Turquía está
clara.
En el norte del territorio
sirio están las milicias organizadas en el Ejército Nacional Sirio, que reúnen
alrededor de 25 mil combatientes, y le responden sin lugar a dudas a Turquía.
Este ejército actuó en común y como apoyo del HTS. ¿No está clara la relación
con Turquía de esta ofensiva?
En general, es
muy comun la intervención de la burguesía de países con aspiraciones de
potencia regional o directamente imperialistas en los procesos que pueden
provocar la caída de un régimen que les resulta hostil o que no es favorable a
sus intereses. No es esto en sí mismo lo que estamos discutiendo, sino si la
caída de Al Assad es la consecuencia de una lucha de carácter nacional o por el
contrario preponderantemente la refracción local de una lucha que se despliega
en el plano regional e internacional. Nos apoyamos metodológicamente en
Trotsky:
“Dos gobiernos lucharon en cierto momento
en Noruega: el gobierno de los nazis noruegos, apoyado por las tropas alemanas
en el sud, y el antiguo gobierno socialdemócrata con su rey en el norte. ¿Debían
haber apoyado los obreros noruegos el campo “democrático” contra el fascista?
Siguiendo la analogía de España, parecería a primera vista que la respuesta
debiera ser afirmativa. En realidad, hubiese sido el más crudo de los engaños.
En España existía una guerra civil aislada; la intervención de las potencias
imperialistas extranjeras, si bien importante, tenía un carácter secundario. En
Noruega se trata de un conflicto directo e inmediato entre dos campos
imperialistas, en cuyas manos los gobiernos noruegos en lucha son meros
instrumentos auxiliares. En la arena mundial no apoyamos ni al campo de los
aliados ni al de Alemania. En consecuencia, no tenemos la menor razón o
justificación para apoyar a cualquiera de sus temporarios instrumentos dentro de
Noruega.
El
mismo tratamiento debe aplicarse a Finlandia. Desde el punto de vista de la
estrategia del proletariado mundial, la resistencia finesa no es un acto mayor
de defensa de la independencia nacional que la resistencia de Noruega. Lo
demostró el mismo gobierno finés cuando prefirió cesar toda resistencia antes
que Finlandia se transformara completamente en una base militar de Inglaterra,
Francia y Estados Unidos. Factores secundarios como la independencia nacional
de Finlandia o Noruega, la defensa de la democracia, etc., por importantes que
sean, están actualmente implicados en la lucha de fuerzas mundiales
infinitamente más poderosas y completamente subordinados a ellas. Debemos
descartar los factores secundarios y determinar nuestra política en
concordancia con los factores básicos.” (León Trotsky, En defensa del Marxismo)
El gobierno
sirio, que cesó toda resistencia o directamente se abstuvo de ella, dependía
exclusivamente del apoyo de Rusia e Irán. Tanto Rusia con su aviación como Irán
con sus milicias localizadas en territorio sirio actuaron contra el HTS el
primer día de la ofensiva. Pero luego de comprobar la inacción defensiva del
gobierno de Al Assad y de su ejército -compuesto por 200 mil efectivos-, Rusia,
concentrada en la guerra de Ucrania, e Irán con Hezbollah diezmada, dejaron de
sostener a Al Assad que cayó inmediatamente. Esto indica que, así como la
ofensiva del HTS depende del apoyo de Turquía, con el asentimiento de EE-UU e
Israel, el gobierno sirio dependía completamente de Rusia e Irán. Parafraseando
a Trotsky, nosotros no apoyamos a ninguno de los campos burgueses imperialistas
o sus aliados, en tanto estos se enfrentan en Medio Oriente en función de esos
intereses, y que se prefiguran como bandos antagónicos en el plano de una nueva
guerra mundial.
Es decir, Turquía
no interviene a través de HTS como su agente, para luchar contra la opresión o
para “salvar” al pueblo oprimido sirio del dictador Al Assad. Turquía interviene
de manera oportunista en función de sus intereses nacionales reaccionarios,
pretendiendo aumentar su poder de potencia regional, expandiendo su control y
dominación territorial. A la vez que se fortalece regionalmente para expulsar a
los kurdos que históricamente luchan por formar su propio estado nacional incluyendo
los territorios que ocupan en Turquía. Los yihadistas no son per-se elementos
progresivos antiimperialistas, como tampoco lo era Al Assad. Y de ni uno ni de otro
se puede decir que representen un progreso en relación a las libertades
democráticas. Del régimen de Al Assad circuló profusa información sobre el carácter
sangriento de su régimen, sobre las tortura y terribles condiciones
infrahumanas de la cárcel de Sednaya. Pero, según Gilbert Achcar “…los propios
residentes de la región de Idlib se manifestaron hace sólo ocho meses contra la
tiranía de HTS, exigiendo el derrocamiento de al-Yulani, la disolución de sus
aparatos represivos y la liberación de los detenidos en sus cárceles.”
¿Qué es lo
que caracteriza a una revolución?
La otra
discusión que cruza a las organizaciones de izquierda es si se trató de una
acción independiente de las masas o de un golpe de estado propiciado por el
gobierno turco.
Cuando Lenin
describe las condiciones de una situación revolucionaria (*), destaca la
existencia de crisis en las alturas, es decir de las clases dominantes, el
agravamiento de la miseria de las clases oprimidas, pero destaca, sobre todo,
la existencia de “una intensificación considerable, por estas causas, de la
actividad de las masas, que en tiempos de “paz” se dejan expoliar
tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por
toda la situación de crisis como por los “de arriba”, a una acción histórica
independiente.”
Y Trotsky
explica aquí como distinguir una revolución:
“El rasgo
característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención
directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos
normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la
nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los
monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas.
Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace
insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la
palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su
intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los
moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los
hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las
revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción
violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”. (Historia de
la Revolución Rusa, Prólogo)
La acción
independiente de las masas, la intervención directa de las masas en los
acontecimientos históricos, la irrupción violenta de las masas en el gobierno
de sus propios destinos. Esos son los rasgos característicos fundamentales de
una revolución, pero justamente esto fue lo que faltó en Siria.
Los que
entienden que en Siria se produjo una revolución y la vitorean (UIT-CI; LIT-CI),
dan como única prueba los festejos que hubo por la caída de Al Assad. Pero eso
mismo confirma que no hubo participación directa de las masas, que estaban
totalmente paralizadas hasta la misma caída de Al Assad a manos de la milicia
HTS.
¿Puede una milicia armada actuar en reemplazo de la acción directa
del movimiento de masas? Por los festejos, podemos inferir que el derrocamiento
de Al Assad era tan deseado por una mayoría del pueblo sirio tanto como por las
milicias yihadistas. ¿Pero fue eso una revolución? Estas corrientes podrían
decir que se trató de una revolución “politica”, es decir, de un cambio por fuera
de los medios institucionales de un gobierno o un régimen, aunque no haya
habido un cambio de la clase dominante. Lo cual, sin la participación del
movimiento de masas, no es otra cosa que un golpe.
Pero, no.
Embelleciendo de entrada al nuevo régimen y forzando la visión optimista de los
acontecimientos, alentando la idea que a partir de la caída del “tirano” ahora
habría amplias libertades democráticas, presentan los hechos como el triunfo de
una revolución democrática. Con ello aplican la teoría de Nahuel Moreno, que
explicaba que “Pareciera que el hecho de la contrarrevolución capitalista ha
replanteado la necesidad de que tiene que haber una revolución democrática”. E indicaba
que “como un paso hacia la revolución socialista, nosotros estamos a favor de
que venga un régimen burgués totalmente distinto [al régimen
contrarrevolucionario]”. Y que, “si es correcto, cambia toda nuestra estrategia
con respecto a los partidos oportunistas, y en buena medida respecto a los
partidos burgueses que se oponen al régimen contrarrevolucionario”. Y
desarrolla su idea diciendo: “Así como estábamos a favor de la revolución
democrático burguesa, y decíamos que era distinta a la otra, [a la revolución
socialista], que había que hacerla, que había que voltear al Zar, que era una
tarea democrático-burguesa específica, hay que discutir si no hay ahora también
una tarea democrático-burguesa específica, que es tirar al régimen
contrarrevolucionario para que venga, aunque sea, un régimen burgués.” (Escuela
de cuadros 1984, págs 107 y 108)
Esta cita de
Moreno chorrea oportunismo por todas partes. Por empezar, entre la caída de una
dictadura con la asunción de un gobierno burgués y la revolución socialista,
media mucho más que un paso. Lo que falta es justamente el alzamiento
insurreccional de la clase obrera y las masas para derrocar a ese régimen
burgués e instaurar la dictadura del proletariado. La referencia a que entre la
caída de la dictadura y la revolución socialista habría solo un paso, o que la
revolución democrática sería un paso, es puro oportunismo, o pura demagogia
para hacer pasar esta revisión y disimular que se trata de una estrategia
etapista. Porque en realidad lo que está planteando es incluso cambiar la
“estrategia” en relación a los partidos oportunistas y burgueses que se oponen
a la dictadura, de lo cual lo único que se puede inferir es que propone el
frente popular [no hay otro cambio de estrategia posible: o independencia de
clase o frente popular]. Que su concepción es etapista lo reafirma más abajo al
decir que es una revolución distinta a la socialista y que hay que hacerla:
“una tarea democrático-burguesa específica, que es tirar al régimen
contrarrevolucionario para que venga, aunque sea, un régimen burgués”.
No es excusa que
esta cita sea de un curso de una escuela de cuadros, ya que esta educación que
recibieron los cuadros se transformó en programa y política. Ningún dirigente
del calibre de Moreno anuncia una revisión de la teoría y el programa que
orienta al trotskismo si que tenga consecuencias prácticas. Al ver todo desde
el prisma democrático burgués y no desde la óptica de clase, llevó a creer que
la contrarrevolución burocrático-imperialista que concluyó con la restauración
capitalista en la ex URSS, fue un triunfo de las masas, el triunfo de “la
revolución democrática”. En todos lados se reemplazó el programa trotskista,
por el programa democrático burgués de Asamblea Constituyente. Esta visión
democrática, por encima de las posiciones de clase, e inclusive siguiendo la
línea que indicó Moreno, acerca de que en la segunda guerra mundial habría
habido una guerra de regímenes, es decir una diferencia determinante para la
política, que debía diferenciar entre el imperialismo democrático y el
imperialismo fascista (Escuela…pág 109), los ha llevado a tomar posición -en
los hechos- por uno de los bandos imperialistas en la guerra de Ucrania,
ubicándose militarmente en el mismo frente de la OTAN.
Un golpe
pro-turco que beneficia a Israel y a EE-UU
La revolución iniciada en 2011 como consecuencia de los
levantamientos obreros y populares en el norte de Africa, fue derrotada entre
2013 y 2015, con la intervención de Hezbollah y la aviación rusa contra las
milicias armadas insurreccionadas. El proceso en Siria, que en pocos
días liquidó al último representante de la dinastía Al Assad (padre e hijo),
que estuvieron en el poder 53 años, ya no era aquella revolución. Una milicia
de 20 mil combatientes, no es lo mismo que un levantamiento de masas. La ofensiva
militar del Frente Al Nusra, rebautizado HTS (Hayat Tahrir al Sham-
Organización para la Liberación del Levante) después de su ruptura con Al Qaeda
en 2016-7, complementada por el pro-turco Ejército Nacional Sirio, encontró a
Al Assad muy debilitado por la situación internacional en la que sólo tuvo
apoyo de la aviación rusa, pero que, dada la guerra en Ucrania, Putin no podía
respaldar con tropas terrestres. Irán tampoco salió en apoyo de su aliado
regional, temiendo que recrudecieran los enfrentamientos con Israel. La mala
situación interna de la economía y la corrupción del régimen, que provocaron la
baja moral o sórdida oposición en las tropas del ejército oficial, hicieron
inviable una resistencia a las milicias yihadistas.
Es evidente que el raudo avance del HTS se debió tanto a la
situación social de un pueblo oprimido, cansado de la dictadura de Al Assad,
pero también al apoyo clave de Turquía, con el aval de Israel y EE-UU. El HTS
ha actuado como agente de los intereses de Turquía, aunque habrá que ver si
mantiene esa relación como principal.
El régimen dictatorial de Al Assad no era un aliado de la causa
palestina ni un defensor de los pueblos oprimidos, sino más bien todo lo
contrario, ya que había ahogado en sangre la revolución que se levantó contra
su gobierno en 2011. A lo sumo, permitía el tránsito de armamento por
territorio sirio con destino a las milicias de Hezbollah, las que lo habían
sostenido para que no cayera en 2013.
Pero el nuevo gobierno, representante de la oposición burguesa,
tampoco será un gobierno favorable a los trabajadores, y en el marco de la
guerra regional, lo más probable es que se termine por imponer una nueva
dictadura, que trate de consolidar su poder negociando con las potencias cuyos
intereses se cruzan en la región.
Está claro que la caída de Al Assad golpea directamente a Rusia e
Irán, e indirectamente a China. Rusia tendrá que negociar con el nuevo gobierno
la permanencia de su base militar y naval en Tartús.
Por su parte EE-UU trata de poner en caja la milicia que tomó el
poder en Siria, representado políticamente por la oposición burguesa del
Consejo Nacional Sirio, que nombró como jefe del gobierno provisorio a Mohammed
al Bashir, primer ministro del Gobierno de Salvación, con sede en Idlib. Israel
también aprovecha para ocupar más territorio en el Golán y fortalecer un anillo
de seguridad ante un gobierno “yihadista” al que no le tienen confianza. Netanyahu, confirmó
que autorizó los ataques de la Fuerza Aérea israelí contra instalaciones
militares estratégicas en Siria abandonadas por el Ejército de Assad "para
evitar que caigan en manos de los yihadistas".
El
fortalecimiento de Israel ante la caída de un aliado de Irán, implica a su vez
un debilitamiento de Hezbollah en el Líbano. Y aunque Hamás, contrariando a sus
aliados Hezbollah e Irán, saludó el triunfo del HTS, el nuevo gobierno de
Damasco, informó a las facciones palestinas en Siria que ya no se les permitirá
poseer armas, campos de entrenamiento ni cuarteles militares. A su vez Turquía
verá facilitadas las posibilidades de reprimir al pueblo Kurdo. Ese es el
balance actual de la situación.
Pablo D
Varela, 20/12/24
*) “A un
marxista no le cabe duda de que la revolución es imposible sin una situación
revolucionaria; además, no toda situación revolucionaria desemboca en una
revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas de una situación
revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres
síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de
mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis en las “alturas”, una
crisis en la política de la clase dominante, abre una grieta por la que
irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que
estalle la revolución no suele bastar con que “los de abajo no quieran”, sino
que hace falta, además, que “los de arriba no puedan” seguir viviendo como
hasta entonces. 2) Un agravamiento, fuera de lo común, de la miseria y de los
sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por
estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de “paz” se dejan
expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto
por toda la situación de crisis como por los “de arriba”, a una acción
histórica independiente. Sin estos cambios objetivos, independientes no sólo de
la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de
las diferentes clases, la revolución es, por regla general, imposible. El
conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se denomina
situación revolucionaria. Esta situación se dio en 1905 en Rusia y en todas las
épocas revolucionarias en Occidente; pero también existió en la década de los
años 60 del siglo pasado en Alemania, en 1859-61 y en 1879-80 en Rusia, a pesar
de lo cual no hubo revolución en esos casos. ¿Por qué? Porque no toda situación
revolucionaria origina una revolución, sino tan sólo la situación en que, a los
cambios objetivos arriba enumerados, se les suma un cambio subjetivo, a saber:
la capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones
revolucionarias de masas lo suficiente fuertes para romper (o quebrantar) el
viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, “caerá” si no
se le “hace caer”.
[Lenin sobre la
situación revolucionaria, en la Bancarrota de la Segunda Internacional]
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